Vértigo en el anciano

Cuando envejecemos, los sentidos pierden su agudeza. Especialmente la vista y el oído, imprescindibles para interactuar con el entorno. También nos empieza a fallar el equilibrio, un cúmulo de pérdidas que, si no remediamos, nos pueden abocar al aislamiento. El envejecimiento significa perder los sentidos progresivamente. Conforme cumplimos años nuestro organismo se va deteriorando. Una de las partes que se deteriora es el sistema nervioso central y el periférico y, por tanto, el sistema sensorial o los sentidos.

La vista, el olfato, el gusto, el equilibrio y la audición conforman el sistema de interacción con el medio que nos rodea. El progresivo deterioro con la edad hace que vayamos perdiendo contacto con ese medio. El envejecimiento es muy lento, por lo que el paciente va adaptándose a esa situación. Las personas que tiene alrededor también se van acostumbrando. Esa lentitud hace que el proceso sea bastante bien aceptado, a pesar de que al final hay una limitación muy importante. De hecho, y es algo que solemos ver, cómo la pérdida de capacidad similar al envejecimiento en una persona joven por una enfermedad aguda, en poco tiempo, supone una urgencia médica, porque se produce a un ritmo al que no nos podemos habituar.

Como ya hemos dicho, el sistema del equilibrio depende de tres fuentes de información: la visión, el sistema del equilibrio que tenemos en el oído interno y la mecánica corporal en general. Todo va unido. En la persona más joven el fallo en una de esas tres fuentes repercute menos porque las otras dos y la actividad cerebral lo compensan. Pero cuando llegamos a mayores los tres sistemas están un poco más deteriorados y la actividad cerebral no es la misma que cuando éramos jóvenes, por lo que hace que tengamos peor equilibrio.

Hay líneas de investigación y programas gubernamentales para intentar mejorar el equilibrio del paciente porque por una parte, al igual que en la audición, implica una pérdida de la autonomía y la calidad de vida empeora, lo que puede obligar a tomar medidas, ya sean familiares o gubernamentales. Y, por otro lado, el mal equilibro está relacionado directamente con las caídas, que además de afectar a la autonomía, suponen un coste sanitario ingente. Existen marcadores de salud que se basan en cuánto se caen las personas mayores. Sabemos que uno de cada tres mayores de 65 años a lo largo de un año se va a caer; de estas más de un 5% terminan  en una fractura y hospitalización. El 90% de las fracturas de cadera que se atienden se producen por caídas en ancianos, pero es que además de los pacientes que se caen y se fracturan la cadera, el 50% se va a convertir en una persona dependiente. Y hay un porcentaje de mortalidad, que puede llegar hasta el 30%, en el siguiente año a una fractura de cadera en cómputos globales. Estamos hablando de graves repercusiones, y por eso es tan importante que seamos conscientes de detectar esos fallos de equilibrio y tomar medidas para solucionarlos.

Para evitar esta situación, lo primero, y muy importante, es concienciar a la población para que se dé cuenta de lo que está pasando y procurar intentar mejorar la situación. Para empezar solemos recomendar que se muevan, hagan una vida lo menos sedentaria posible, porque con 30 años se puede ser sedentario pero a partir de los 65 años si eres sedentario tu equilibrio va a alterarse muchísimo. Caminar a diario tiene que ser obligatorio: tenemos que caminar por caminar, no andar para hacer recados. Además, hay que adoptar medidas de prevención, como eliminar cables o alfombras que obstaculicen la marcha, y si las alteraciones del equilibrio son constantes, tenemos que buscar equipos de rehabilitación en unidades de patología vestibular.

En primer término lo que hay que hacer es detectar qué grado de alteración hay y programar planes de trabajo para mejorar el equilibrio del paciente. Eso se hace mediante posturografía dinámica computerizada, donde podemos ejercitar al paciente en un entrenamiento mediante un sistema informático que permite que esa persona identifique los fallos para que los corrija. Siempre tenemos que contar con profesionales de la rehabilitación que saben corregir la postura, la marcha del paciente, ejercicios en suelos inclinados, escaleras… Todo lo que es entrenar la vida diaria en una situación de protección de manera que el paciente pueda sumir riesgos mayores, de tal manera que al salir a la calle le parezca fácil moverse.

Se suelen establecer protocolos que empiezan con un mínimo de 6 sesiones, pero la rehabilitación del paciente con alteración crónica del equilibrio por la edad no se acaba nunca. Por experiencia vemos que pacientes crónicos inestables, personas mayores, siguen haciendo sesiones cada cierto tiempo. Con este planteamiento ganan mucha confianza y pierden miedo, lo que se traduce en mayor autonomía

La rehabilitación vestibular (RV), constituye un conjunto de ejercicios encaminados a favorecer la plasticidad cerebral del SNC a través de mecanismos de habituación y adaptación  o como tercera vía la generación de otros de sustitución para promover un grado de estabilidad global y permitir al paciente la reincorporación a las actividades cotidianas.

La sustitución consiste en la adquisición por otros órganos funcionales de las habilidades de otro órgano lesionado.

La adaptación es la adquisición de simetría en funcionalidad de los núcleos de ambos lados.

La habituación es la repetición de estímulos para disminuir paulatinamente la respuesta sintomática frente a estos.

La RV está indicada frente en los casos de persistencia de la sintomatología de las alteraciones del equilibrio bien de causa vestibular, como ocular, como alteración del sistema musculoesquelético por el envejecimiento.

Solo la RV está contraindicada en las fases de crisis agudas de vértigo, en los que la sintomatología es especialmente florida.

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